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Teresa
y Daniel estaban haciendo los trámites en el aeropuerto Ministro Pistarini de
Ezeiza en Buenos Aires. En una hora embarcarían en el avión que los llevaría a
Santiago de Chile. Allí lo esperaban representantes de la agencia de turismo
con la que habían contratado el viaje y que los llevaría a Valparaíso de donde
iba a partir un crucero que, luego de hacer escalas en dos puertos mas de Chile,
en Perú, en Ecuador, Costa Rica, y en las Islas Caiman, llegarían a Miami luego
de haber cruzado el canal de Panamá. De allí volarían de regreso a Santiago de
Chile.
Habían
decidido quedarse una semana conociendo Chile y sus hermosas playas una vez
terminado el crucero.
María
y Jorge estaban haciendo los mismos trámites.
Una
vez ubicados en el avión Jorge y Daniel se sentaron en los asientos del pasillo
en la misma fila. No se conocían pero empezaron a hablar aún antes de que el avión
partiera.
Cuando
tomaron conciencia de que ambos harían el mismo crucero se lo comentaron a sus
esposas.
No
pasó mucho tiempo hasta que los cuatro estaban hablando animadamente como si se
conocieran desde hacia años. Ninguno sabía entonces que esa amistad iba a ser
tan perdurable y que les iba a cambiar tanto sus vidas.
Cuando
llegaron a Santiago y luego de recoger sus valijas se dirigieron los cuatro al
agente turístico. Subieron a una Van y se dirigieron a Valparaíso.
Embarcaron
los cuatro juntos y una vez finalizado los trámites, cada cual se dirigió a su
camarote que, aunque no pudieran creerlo estaban en el mismo nivel y
relativamente cerca.
Compartieron
todas las actividades del crucero juntos.
El
día que cruzaron el canal de Panamá, en la fiesta dedicada a Neptuno o Poseidón
en la mitología griega, el rey de los Océanos, los cuatro se disfrazaron y
bailaron toda la noche sin parar disfrutando del show ofrecido. Luego se
tiraron vestidos a la piscina, inmediatamente después de haber sido bautizado por
el Rey Neptuno, para completar el ritual.
Al
final recibieron un diploma que los acreditaba haber cruzado el canal y haber
recibido el bautismo del Rey de los Océanos.
Cada
vez que tocaban puerto, rentaban un taxi y se iban a recorrer el lugar.
Los
cuatro habían encontrado muchas coincidencias personales.
Empezando
con que siendo todos mayores de 50 años estaban de luna de miel. Que le habían
asignado los asientos en el avión en la misma fila. Que sus camarotes estaban
contiguos. Que los cuatro tenían el diploma por haber cruzado el canal el mismo
día, etc
Todas
esas coincidencias les parecían graciosas y extrañas y no dejaban de hacer
referencias a las mismas. Daniel como siempre estaba convencido desde el
principio que no se trataban de simples referencias sino de las manos del
destino que por algún motivo, que todavía desconocían, los habían reunido.
Los
otros tres se reían a carcajadas cada vez que Daniel comentaba esto.
-Ríanse.
Había dicho Daniel en mas de una oportunidad con cierto aire de enojo al ver
que nadie creía en sus palabras- el tiempo dirá si yo tengo o no razón.
Teresa
tampoco creía en mis palabras el día que nos conocimos y luego ha tenido que
aceptarlas. Lo mismo les pasará a ustedes.
-Lo
que no podemos negar- le había respondido Teresa- es que todas estas
coincidencias han dado origen a una hermosa amistad que espero de todo corazón,
no se termine cuando volvamos a Argentina-.
Los
cuatro se habían prometido seguir viéndose con frecuencia a sus regresos, aun
cuando vivían bastante alejados unos de los otros (aquí no había habido
coincidencia). Pero estas promesas suelen hacerse en las excursiones y
raramente luego se llevan a la práctica. Sólo que en esta oportunidad las
coincidencias de gustos y opiniones de los cuatro era realmente abrumadora.
Cuando
estuvieron de vuelta en Santiago, Teresa y Daniel se quedarían como estaba
decidido una semana más en Chile.
Cuando
María y Jorge se enteraron de esto, decidieron también ellos cambiar la fecha
de sus pasajes de regreso a Buenos Aires y seguir disfrutando de su luna de
miel junto a esta pareja con la que se sentían realmente unidos.
Apenas
llegaron a Santiago rentaron un auto por toda la semana. De esta manera podrían
desplazarse con comodidad y en los horarios que mas les gustasen sin depender
de los estrictos manejos que tienen las excursiones organizadas.
También
podían optar por quedarse en un lugar, si así lo decidían sobre la marcha, mas
tiempo del planeado sin tener que seguir el rumbo pre planificado por las
agencias.
Tal
vez era más engorroso porque tenían que manejar, pero los cuatro eran buenos
conductores y podían intercambiarse permanentemente, con lo que no se
transformaba en una tarea agobiadora.
Así
fueron recorriendo todos los puntos que les habían aconsejado. Cuando llegaron
a Zapallar, faltando solo dos días para regresar a Buenos Aires se enamoraron
del lugar y su gente.
Estaban
sentados en la mesa de un bar disfrutando de una cerveza acompañada de
platillos típicos del lugar, cuando observaron que en un bar, próximo al que
estaban, había un cartel que decía: Dueño traspasa local completo. Tratar en……y
daba dirección y teléfono.
El
primero en ver el cartel fue Jorge quien se lo mostró a Daniel. Al oír el
comentario Teresa y María giraron su vista hasta el lugar.
-Díganme
si no sería una idea fantástica que los cuatro nos hiciéramos dueños de ese
local. Lo trabajaríamos juntos y dedicaríamos el resto de nuestras vidas a
gozar de la serenidad y belleza de este lugar- dijo Daniel extasiado y casi sin
pensar en lo que estaba diciendo.
-Me
parecería una idea fantástica- dijo inmediatamente María- de esta forma no sólo
viviríamos esta nueva etapa, que ha llegado a nosotros con nuestro reciente
casamiento, sino también lo haríamos teniendo toda una forma de vida diferente
a la que tuvimos hasta la fecha-
-Pero
nuestra familia está en Buenos Aires- dijo Teresa melancólica- Yo no podría ver
a mis hijos y nietos con regularidad-.
-Pero
en cambio- respondió tajante Daniel- ellos tendrían un lugar gratis para venir
de vacaciones cuantas veces quisieran o pudieran hacerlo. Estoy seguro que esos
encuentros espaciados tendrían una validez tan especial que compensaría
perfectamente la continuidad de la rutina de verse siempre-.
-A
ti te parece mas lógico- le interrumpió Teresa un poco enojada- porque tu
relación con tus hijos no es muy buena.
Pero
la mía con ellos es perfecta. Yo estoy acostumbrada a verlos todos los fines de
semana y en cada fiesta familiar. Así, los vería una o dos veces por año,
cuando ellos pudieran venir y alguna vez que pudiéramos ir nosotros, porque si
vamos a estar a cargo de un negocio, no creo que resulte muy simple abandonarlo
para irnos de vacaciones-.
-Y
por supuesto que no lo abandonarías- le respondió Jorge. -Tenemos la ventaja de
ser dos parejas. Cada vez que una quiera irse de vacaciones la otra debe
comprometerse a trabajar a tiempo completo. Tarea un poco pesada tal vez, pero
que nos daría una libertad que no lograríamos conseguir jamás con nuestros
trabajos. La idea me esta pareciendo sensacional. Hace tanto tiempo que quiero
cambiar de trabajo!-
-Yo
nunca he pensado en cambiar mi trabajo- dijo Teresa reticente- Amo mi
profesión, la he amado siempre. Jamás me he cansado de profesarla-.
-Yo,
no puedo decir que no me gusta mi profesión- dijo María- siempre la he ejercido
con alegría. Pero esta idea de hacer un vuelco total en mi vida hoy, que me
siento por fin por primera vez intensamente realizada, me gusta mucho-.
-También
a mi- dijo Jorge con alegría y entusiasmo como si ya fuera un hecho que iban a
hacerse cargo del negocio.
Y
aunque Teresa no estaba muy contenta con la idea, decidieron ese mismo día
conectarse con el dueño y averiguar sobre las condiciones del local.
En
cuanto pudieron hablar con el mismo, fueron a ver el local y los cuatro se
quedaron encantados. Era un lugar coqueto y acogedor, aunque Teresa seguía
diciendo que ella no quería dejar a su Buenos Aires querido, ni a sus hijos y
nietos.
-Piensa
en lo maravilloso que va a ser, vernos envejeciendo juntos, a orillas del mar y
de estas maravillosas y tranquilas playas- dijo Daniel con dulzura mientras la
miraba tiernamente a los ojos- Piensa en como vas a disfrutar al ver correr en
ellas a tus hijos y nietos cada vez que vengan a visitarte.
Sabes
bien que la condición económica de cualquiera de nosotros no es tan buena como
para poder darnos el lujo de tener este tipo de vacaciones con frecuencia. Pero
en este caso sólo tendrían que pensar en el gasto del pasaje.
Piensa
cuando ellos vayan creciendo y nos “ayuden” en la tarea de atender el bar, cosa
que estoy seguro les encantará.
Ojala
pudiera decir lo mismo de mis nietos. No puedes imaginarte con que gusto me
haría cargo de ellos durante un mes mientras sus padre se toman vacaciones como
tales!
No
sabes lo que daría por verlos corretear en la playa mientras me gritan :
Abuelo, ven con nosotros al mar!. Se que eso no es posible en mi caso, pero si
lo es, en el tuyo. No deberías dejar de pensar en ello. No deberías decirle que
no a esta oportunidad que te regala la vida-.
Teresa
veía a los tres tan entusiasmados con una idea que había nacido de la nada y
que ya la estaban viviendo como una realidad, que no podía dejar de sentirse
arrollada por dicho espíritu.
Poco
a poco en unas cuantas horas, se fue convenciendo que ni ella dejaría de querer
a sus hijos y nietos, ni ellos se olvidarían de su madre y abuela porque
estuvieron viviendo a unos cuantos kilómetros de distancia.
Daniel
no dejaba de encontrar cosas positivas en el cambio. Y ellas las estaba
aceptando con naturalidad.
Cuando
se fueron de Zapallar, casi tenían cerrado el trato con el dueño del bar. Sólo
faltaba que cada uno vendiera su propiedad para tener el dinero suficiente para
emprender el negocio, cosa que resultó muy simple pues en esos momentos, por
una rara casualidad que Daniel jamás hubiera considerado como tal, sino como
parte de lo que el destino le tenía reservado, la compra-venta inmobiliaria
estaba en auge en Argentina.
Así
fue como la vida de los cuatro comenzó de nuevo, pese a que ninguno de ellos
tenía menos de cincuenta años.